jueves, 3 de diciembre de 2009

YA LO PASADO , PASADO



EL PASADO ESTÁ MÁS LEJOS DE LO QUE PARECE.

El pasado. ¿Quién puede quitárselo de encima? Que yo sepa, solo en las películas uno puede borrarlo de su mente si así lo desea. Ojalá así funcionara la realidad. Todo sería mucho más fácil. Nos podríamos cruzar todos los días con ese ex que nos hizo la vida a cuadritos y nos pasaríamos de largo sin inmutarnos, no necesitaríamos tiempo, ni terapia, ni amigos en esta dolorosa etapa en la que volvemos a estar solos, después que esa relación no funcionó. Pero, piña. No se puede. Y algunos, por masoquistas, tercos o porque aún guardamos esa ilusa esperanza de que él o ella volverá, nos negamos a dejar de mirar por el espejo retrovisor de nuestras vidas.

¿Y saben cuál es la peor parte? Que la culpa la tenemos nosotros mismos. Recién me di cuenta de esto el viernes pasado, todo por haber escuchado el reproductor musical equivocado.

Estaba buscando el mío dentro del desorden de mis pocas cosas. Ante la frustración de no poder llevar mi música en el bolsillo del pantalón para darme esas habituales escapadas de la realidad, cogí el mp3 chiquito, ese que uso cuando salgo a correr, el que me compré cuando no tenía plata para reemplazar el que me robaron. Gran error. No reparé en mi gran memoria musical. La olvidé por completo.

Ese viernes, en la banca del parque (al frente del BCP para aplacar la curiosidad) , una sucesión de imágenes escondidas, de momentos olvidados y personas que hace tiempo se fueron de mi vida, reaparecieron como si le pusiera 'play' a una película vieja. Las llaves que mantenían esa caja cerrada abrieron todas sus cerraduras, una por una, con cada maldita canción.

Recordé esa vez que tomábamos en nuestro bar. Loco tu forma de ser. Sí, ese ere yo. Estaba feliz. Hace tiempo que no siento ese tipo de felicidad, y la extraño. Tomábamos cerveza de pico mientras conversábamos a gritos sobre la música. Yo te había dicho que iba a invitar las dos primeras chelas de los seis que tomamos y que, al terminar la noche, el barman no nos cobró porque le caímos bien. Regresamos en taxi a mi casa donde nos quedamos, no recuerdo cómo cruzamos el puente. Esa ciudad, a esa hora, en ese estado, contigo, me hubiese gustado retenerla registrada en alguna parte de mí, así como guardo esa foto, la única que sobrevivió en la memoria de mi computadora. Simplemente porque hay recuerdos que son maravillosos; qué importa con quién los hayamos compartido.

Recordé también el día que nos conocimos. Yo te esperaba sentado en la vereda al frente de la iglesia con un cigarro en la mano. Estaba nervioso. Te bajaste del carro azul y yo casi me caigo al tratar de levantarme, pero me sostuviste y casi nos caímos los dos, eso nos hizo reír. Me dijiste que así nunca me iba a olvidar del momento en que nos vimos por primera vez. Tenías razón, hasta ahora tengo la pequeña cicatriz que me hizo la quemadura del cigarro en uno de mis brazos y el recuerdo de tus ojos mirándome solapa mientras caminábamos. Estabas nervioso, también. Luego hizo su aparición, cómo no, toda esa madrugada en la que estuvimos sentados frente a frente en mi banca preferida conversando de todo y de nada, qué importaba, nos mirábamos a los ojos, no podíamos creer lo felices que estábamos, al fin en Ayacucho, otra vez juntos. Amaneció y mientras nuestros amigos se emborrachaban, tú y yo regresamos a casa caminando mientras comíamos churros con majar blanco, en paz.

De pronto, pasó una chica con un perro. El animal era muy grande y tiraba con fuerza de la correa. Ella reía y lo llamaba por su nombre. El perro ni caso. Ella me sonrió al pasar frente a mi banca. Yo le sonreí de vuelta. Justo en ese momento, me di cuenta que todo el tiempo que pasé en compañía de mi mente, sentado donde estaba, estuve solo. Estoy solo. Sigo solo. Todo lo que había guardado en ese reproductor de música era la banda sonora de varios pasados. Es lo malo de jugar con fantasmas. Nunca se sabe en qué momento se aparecen y menos, cuándo se van. Lo bueno es que a esos, a los que yo había llamado con una lista de tontas canciones, ya los olvidé. Ya no los necesito. No los amo más. No los volvería a tener a mi lado, ni compartiría con ellos un viaje, un bar. Me olvidé de mencionar a mi corazón, aunque no creo que le importe mucho. Porque ya no vive quizás allí, donde suena esa música en la que se cuelan risas, gemidos, susurros, promesas, miradas, besos. Amor.

Mi corazón está conmigo. Tiempo presente. El pasado está por allá, lejos, haciendo su vida seguro. Imposible olvidarlo del todo, claro, en algún rincón hay que meterlo; pero sé ahora que también es imposible convivir con él. ¿No es suficiente carga lo que vivimos a diario para acumular mochilas pasadas y pesadas sobre nuestros hombros?

Y ya basta de culparlos a ellos, a los que nos dejaron, a los que nosotros dejamos. Ellos ya no están, no tienen nada que ver con que nos guste anclarnos o no podamos despegarnos de ese tiempo extra dentro de lo que ya pasó y no volverá. Para películas mil veces vistas está Ben Hur, para figuritas repetidas está la infancia, para películas que sí queremos volver a ver está el DVD. Ya sé lo que nos gusta renegar, lamentarnos y meternos látigo con el “ojalá nunca hubiera conocido a fulanito”, “quisiera poder retroceder el tiempo” (esa es mía, todo un clásico), o “¿por qué me enamoré de menganita?". Bueno, porque la vida no está hecha de patrones, no es una línea recta, porque eso de la mala suerte en el amor se lo inventó alguien que jugaba bien a las cartas. En el amor no hay reglas, instrucciones ni estrategias. Estamos llenos de malas experiencias, eso sí, de ilusiones a destiempo, de encuentros fatídicos, de absurdas coincidencias, de errores feroces, de personas equivocadas, de promesas que nunca se cumpliran, de cosas que hacemos borrachos y sabemos que al día siguiente nos arrepentiremos. No podemos pretender vivir el cuento de hadas porque no es real. La vida no es ni será perfecta, el amor tampoco. Y quizás, por mucho que lo quiera creer, no duran para siempre.

Sin embargo, la aceptación, con lo que cuesta, es solo el primer paso, pero muy necesario para poder pasar al siguiente: ya no volverá. ¿Duele? Claro!!!, es un baldazo de agua fría ahora que las calles se llenan de neblina. Pero le cambio a cualquiera ese dolor por una negación que dure mil años. Ya se terminó hace rato. Game over. Pasemos a otro tema. Ya estuvo bueno. The end.

Y ahora ¿qué?, se preguntarán ustedes como yo me lo he preguntado muchas veces. Pues no queda otra que tirarnos de cabeza de nuevo a nuestras vidas. ¿Acaso están tan vacías que nos vamos a meter un clavado mortal? No lo creo. Hay chamba por hacer. Así sintamos la inseguridad de un equilibrista inexperto, ese vértigo vale la pena. Nuestra piscina está llena de otras cosas, que pueden no ser amor, pero que están ahí, esperándonos. Estar solo requiere un poco de valentía, así sintamos que nos vamos en picada de vez en cuando, porque es una lástima pero hasta ahora no están a la venta en los supermercados las recetas mágicas para ser feliz, pócimas milagrosas para tener lo que siempre soñamos o las bolas de cristal que predicen el futuro que queremos.

Solo hay tiempo. Nuestro tiempo. Tenemos dos opciones, mejor dicho tres. Uno. Nos sentamos a esperar que pase algo. ¿Qué cosa? no lo sé. Cuando me he sentado a esperar, solo ha pasado el camión de basura de las tres de la mañana. Dos. Nos levantamos de una, retomamos el camino donde lo dejamos y comenzamos a alejarnos de la parte del pasado que nos hace daño. Tres. Tomamos el camino corto, el que le saca la vuelta a la soledad, y buscamos un clavo que saque al que tenemos clavado. La cena está servida, escoja usted su plato de fondo.

Nadie es un cuadernito en blanco. Somos seres humanos, no un triple raya marca Loro. Sin embargo, podemos cerrar ese viejo álbum de fotos de una buena vez y comprar uno nuevo, o tirarle la puerta en la cara al pasado y gritarle que no la vas a volver a abrir, por lo menos en un buen tiempo. Lo que yo hice fue borrar las canciones de mi compañerito de maratones diurnas en mi banca preferida al frente del BCP. Eso, y todo el tiempo que me tomó volver aquí, a este día de en diciembre que puedo recordar, escribir sobre el pasado, sin rabia, sin pena, y sencillamente seguir. La poeta y psicóloga norteamericana Clarissa Pinkola dice en su muy famoso libro Mujeres que corren con los lobos que cada uno de nosotros (en este caso lo podemos poner en términos unisex) tenemos huesos que quemar. Estos huesos simbolizan lo vivido, mejor dicho, lo mal vivido. La fogata, nuestra libertad.

Al fin encontré este fin de semana lo que estuve buscando: mi Ipod, y lo hallé en el lugar en donde no había rebuscado, donde siempre estuvo. El Ipod correcto. El que me ve reír casi todos los días. El que está lleno de helados de fresa en barquillos de chocolate, del calor de mi pequeña pareja de juegos en el parque, de domingos sin tristeza, de pequeñas alegrías, de lágrimas nuevas, del olor del la lluvia, de mí.
Así de fácil fue como regresé al mundo de las nuevas ilusiones, al presente. He sido buen chico y ya hice mi tarea, por más difícil que estuviera. Ya estoy bien. Ya soy yo otra vez y si en algún momento me pregunté si ya estaba listo para salir o no, ahora estoy seguro de que no solo estoy listo para salir con alguien, sino para enamorarme. Eso me gusta.

¿A quién no le gustan los nuevos comienzos? ¿Alguien más se anima a hacer su fogata?

El pasado duele y muchas veces duele más de lo que se supone debería doler, a veces el pasado está pisando los tacones de nuestro presente, a veces lo que tenemos que olvidar lo tomamos como futuro, duele reconocer y aceptar que algunas cosas ( que por mejor de nosotros mismos y de otros ) deben quedar en el pasado y verlas alejarse con una sonrisa, yo no guardo rencor ni nada parecido a la persona que me enseño estas reglas de tiempo , pero si fue difícil meterlo en el baúl de los recuerdo. Así que aceptemos cuando algo no anda mal y archivémoslo .pero siempre felices porque esas cosas con el tiempo son anécdotas que las recordaremos felices con sonrisas en el rostro. Gracias por todo y bienvenido al club del baúl de los recuerdos.

cancion para toniar y estar siempre feliz =D

Calle Ocho (75, Brazil Street) - Pitbull


El pasado debe estar donde pertenece asi que con ayuda de amy lee te digo todo lo que no pude y no podre , por que con esto, termino. PD: no hay rencor

1 comentario:

  1. gracias deveras gracias.... algo ironica la cancion pero no encontre otra cuidate y suerte ... ya luego me devolveras mis casacas,no hay rencon y no lo hbra

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